jueves, 14 de octubre de 2010

¿Por qué los más guapos del barrio no son poetas?

Texto de Julio Barco

Tecleen en google el nombre de su poeta favorito. Ya, para evitar el monopolio, usen el Mozilla FireFox. Crucen los dedos, esperen, por favor… recuerden que el speddy que de seguro robas al vecino, también tiene sus percances. Sobre todo si alguien usa youtube en otra máquina.

El resultado no será necesariamente un papichulo, ni siquiera un riquirricón, ni mucho menos el más bonito chocherita.

Si escribieron, por ejemplo, Enrique Verástegui, lo más probable es que aparezca, agárrense, un afro de tela anacrónica y tronada mirada.

La belleza, dicen los filósofos baratos (esos tórtolos que se queman las pestañas a punta de Cohelo), está en quien la mire. Pero mi tía Maruja, que lee apenas el horóscopo en el Trome, no titubeará al preguntar: ¿Y quién es ese, es el negro Mama?

Lo que no sospecha la viejita es que la poesía suda, orina, tiene sucias las axilas y hongos en el pie. ¿Por qué los más guapos no son poetas? Porque la poesía, aunque suene trillado, tiene una sonrisa, bíceps y coquitos, internos.

Porque si materializamos la fuerza del mejor Pimentel, con el punche metafísico e intelectualoide de Borges, y los garbanzos a la norteña de Jáuregui (Que, ojo, también es poeta), sumados a los tres tristes toletes y el menudo perejil de Ortiz (que, aunque no es poeta escribe de putamadre), el zombi -amén de los milagros y la mala costumbre- será un cuerazo. La poesía sale, aunque le quemen el pico, de las entrañas: puras menudencias de tripas corazón e hígado frito (sancochado también), pero no del espejo, del rostro perfecto, del cuerpo atlético.

Menos mal. Por suerte.

Aunque, seamos francos, el único Marlon Brandon de la fauna poética es, nada menos que el viejo indecente: Charles Bukowski. Con la elegancia de sus forúnculos reventados (macerados), el cuerpazo digno de un documental de la Nacional Geografic y ojos tristes de ebrio consumado, ese patrón que solía rascarse los sobacos con regocijo, se lleva el premio mayor.

La belleza, recalco, es relativa. O sea, propio de cada cultura.

Aquí les dejo un breve, subjetivo y prescindible recuento. (Más mío que tuyo y también viceversa):

Eielson (guapo); Gonzalo Roce (Bello); Juan Ramírez Ruiz (simpático); Maria Emila Cornejo (En la edición de Flora Tristán, sexy, sexy y sexy); Oquendo de Amat (regulon); Rafael Robles (guapo), Carlos I. Tolentino (guapo, según sus fans)…

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