FICCIÓN INSPIRADA EN LA REALIDAD
Memorable personaje de Borges provenía de una familia de campesinos ganaderos
La noticia pasó desapercibida y luego ciertamente olvidada, quizás porque no tenemos la millonésima parte de esa capacidad que tenía Funes “el memorioso” para recordar todos los minúsculos detalles que le impregnaba deliberadamente la hipermesia, ese mal que parece un poder de superhérore, pero que al final no es más que una enfermedad mental.
Resulta que en el año 1985, un artículo del periodista David Gutiérrez Mendoza, en las páginas de Metrópoli, un semanario local del departamento de Salto, Uruguay, sacó a la luz la posible identidad de quien sería la influencia de Jorge Luis Borges para escribir uno de sus cuentos más memorables.
Según el artículo, Funes fue inspirado por Dagoberto Arriaga, un joven estudiante de matemáticas que truncó sus estudios por sufrir un accidente. Dagoberto cayó bruscamente de un caballo, se rompió la cadera y perdió la movilidad de sus piernas.
Según David Gutiérrez, este estudiante provenía de la pequeña localidad agrícola de Belén y brilló por su rara capacidad de retener casi con exactitud todo lo que aprendía en un pequeño colegio rural.
Este joven, que a los 10 años se recitaba casi todo el Génesis de la Biblia y la tabla multiplicativa del 34 y del 35 (con una facilidad que -según Gutiérrez- ponía nerviosos a sus profesores), logró ser transferido, gracias al apoyo de un tío ganadero, al Liceo Alemán de la capital uruguaya, donde posteriormente brilló entre los alumnos más destacados.
Dagoberto fue nutrido por libros de literatura, historia, enciclopedias y todos los libros de actualidad que en su antigua casa no podría tener. Bajo la dirección del profesor Máximo de los Saucez, un enigmático personaje que alternó tertulias de juventud con Macedonio Fernández. En Montevideo, Dagoberto nadaba entre olas de páginas hechas con papel cebolla y tapa de cuero.
“Tenía una facilidad para aprender idiomas y sentía un apego por la filosofía presocrática. Pero su máximo placer radicaba en las matemáticas que, según afirman algunos familiares, le cambiaba el rostro y parecía transportado al éxtasis más profundo, a lo que los orientales llaman karma”, se lee en el artículo de David Gutiérrez.
Como era de suponerse, Borges supo de Dagoberto por medio de Macedonio Fernández y la idea de hacer una ficticia biografía surgió de inmediato. Era 1931, Borges escribiría el cuento para Ficciones, que publicó recién en 1945.
Según David Gutiérrez, este cuento es uno de los más “reales en comparación de los otros cuentos que componen este bello libro”. Por su parte Borges, nunca dijo de dónde le salió la idea del relato y solo se limitaba a decir que se trataba de "una larga metáfora del insomnio"; sin embargo, como si se tratara de una clave, al final del cuento pone el mismo año de la muerte de Dagoberto: 1889.
Nadie duda de la increíble y fascinante imaginación borgiana; pero con este caso, lo que queda claro es que las ideas más originales no salen de la inspiración, sino tienen su base en la más cruda realidad. Quizás este es uno de los ejemplos más resaltantes que existen.
Después del accidente del caballo, Dagoberto Fellini regresó a su aldea y la familia, dedicada a labores agrícolas, no pudo más que tenerlo en casa de donde se dice no salió más que para ser enterrado.
En casa lo visitaban profesores (entre ellos, Máximo de los Saucez), compañeros de clase, curiosos y demás personas que le incitaban a salir a dar un paseo o a regresar al Liceo Alemán de Montevideo. Dagoberto solo contestaba con monosílabos y mantuvo su posición de no volver a leer un solo libro.
Murió de la complicación de una gangrena muscular a los 17 años.
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Hace 14 años
1 comentario:
Buen artículo, Quien diría, Funes el memorioso, el suberhombre (como lo mencionó Borges)...
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