martes, 7 de agosto de 2012
Funes el “Memorioso” nació en Uruguay / Memorable personaje de Borges provenía de una familia de ganaderos
lunes, 18 de octubre de 2010
Sobre la sinceridad y el talento poético
Texto de Adrián Leverkühn
El artículo de nuestro colaborador mexicano, trata sobre aquella distorsión que crea la ausencia de sinceridad con uno mismo y nos lleva a creernos lo que no somos, fuimos ni seremos.
La calidad de los hombres sólo podemos medirla en sus reacciones frente a un conflicto, ¿pero qué sucede cuando de ese conflicto depende la propia individualidad? En una época de nihilismo, la lucha del poeta consiste en confirmar la veracidad de sus experiencias internas. Todo poeta verdadero sabe que el mejor crítico de su obra es él mismo. Si en alguna ocasión escucha las opiniones de alguien es sólo por la necesidad de reafirmar o refutar sus propias opiniones, pues un buen crítico le confirmará aquello que ya había intuido acerca de su obra.
Si esto es así, el hecho de que existan tantos pseudopoetas sólo puede explicarse por un problema de percepción de los hombres postmodernos: la ausencia de franqueza sobre sí mismos y la inconsciencia sobre su trabajo poético; además del olvido sistemático de los principios bajo los cuales se han fundamentado otras tradiciones literarias.
Todo poema es un conflicto en el que el poeta cifra la razón de su existencia. La veracidad de las experiencias vitales debe partir de la sinceridad, pero en tanto dicha sinceridad puede no ser una virtud en la poesía, tendré que referirme más bien a la capacidad de establecer la finalidad de un poema; es decir, la intensión con que ha sido escrito, y la posibilidad de emitir un juicio sobre el resultado. Finalidad y juicio son los dos ejes sobre los que pende la poesía: la primera preestablece e influye en los efectos que se busca producir en los lectores, el segundo valida la calidad del resultado.
La sinceridad poética debe expresarse con ayuda del talento, en un proceso de despersonalización, un momento en que el poeta sacrifica su individualidad en aras de algo más profundo; T.S. Eliot ya ha descrito este proceso, pero en él todo se formuló de una forma un tanto más racional, no así algún fragmento de En busca del tiempo perdido: “Así, en un gran músico […] su juego es de un pianista tan grande que ya ni siquiera se sabe si es artista, si es pianista o no, porque (como no interpone ese aparato de esfuerzos musculares, coronados acá y allá por brillantes efectos, toda esa salpicadura de notas en que, por lo menos el oyente que no sabe por dónde se anda, cree hallar el talento en su realidad material, tangible) ese juego se ha hecho tan transparente, tan henchido de aquello que interpreta, que no se le ve ya él mismo y ya no es más que una ventana que da a una obra maestra”.
En realidad ese acto material en que el artista se anula por su obra y la sobrepone a su propia vida no es más, justamente, que la exaltación de su propia existencia, una interiorización de la obra en que el artista se funde con lo que produce, adentrándose en sí mismo ha encontrado un punto nulo en que la realidad externa e interna se transforman en una sola unidad expresiva; y como si se tratase de una ventana al cielo nocturno, se ha abierto a nuevas formas de belleza; así, el poeta se ha vuelto transparente para dejar pasar sus impresiones más nítidas y profundas, porque su individualidad no debe ser exaltada, sino el espíritu que ha engendrado espíritu y lo plasma en la materia.
viernes, 15 de octubre de 2010
¿Nos dejó algo la “Generación del 2000”?
Texto de Alex Alejandro Vargas
Estamos en una época en que nadie se siente identificado con su generación literaria porque no hay con qué. Pues la expresión colectiva a estas alturas de nuestro tiempo al parecer ya no existe. Hubo un intento al comienzo de esta década pero los grupos literarios quedaron como plataformas universitarias y sin ningún ánimo de establecer algo. Hay todavía alguno o algunos vivos. Algunos publicaron en conjunto. Pero pregunto: ¿Qué han propuesto y dónde quedó su propuesta? El Che Guevara decía que en una verdadera revolución se triunfa o se muere, yo plantearía esas palabras a las propuestas artísticas de nuestros escritores nuevos. Pero por lo visto la mayoría hemos muerto.
Valdelomar escribió sobre Vallejo: “Vallejo es un poeta. Hemos abusado de este término. Vallejo es un poeta en la más notable acepción de la palabra”. Casi cien años después el término poeta no solo fue prostituido sino también olvidado. Ahora es muy fácil publicar un libro. Solo necesitas 500 dólares y puedes tener una bonita edición. Y entonces, ya eres un señor poeta.
El boom de las editoriales independientes es algo positivo. Loable. ¿Pero cuál es el fin de estos?, ¿tirar betseller y dejar de ser independientes? No afirmo que ellos estén mal, no califico. Solo pongo mis cartas en la mesa. ¿Existe una línea editorial en estas editoras? O solo publican a algunos poetas vacas sagradas para luego sacar tirajes mínimos de poetas y escritores casi desconocidos. Entonces, ¿una editorial independiente lo es porque da espacios donde un escritor nuevo no puede llegar: su propio libro? ¿Ser independiente significa ser marginal? ¿Es publicar como pequeño y competir con los grandes? ¿Qué es ser una editorial independiente? ¿Existe una industria editorial independiente? Si existe (como manda el mercado) entonces existe demanda. Entonces en el Perú sí se lee. Pues entonces, vamos a vender libros de un sol (ambicioso proyecto que hicieron alguna vez). O quizás las editoriales independientes deberían presentar propuestas nuevas, en forma y fondo. Hacer lo que no se hizo. Hacer un propio mercado. No lo sé.
Respecto al premio COPE y el de la PUCP (algunos de los premios más importantes del Perú en literatura), pregunto: ¿Cuántos ejemplares venden? ¿Existe alguna propuesta de intervención que no pase de la imprenta o del comercio por dar a conocer a estos poetas? Pues la respuesta parece NO.
Una década de gestores culturales. Vaya, cuántos recitales, intervenciones y proyectos han corrido. Los jóvenes trabajando para los jóvenes. En muchos casos por amor al arte. Como el arte manda. Es bueno, sano y alentador. Lo que alguna vez Mariátegui escribió en “El artista y el tiempo”, se está dando en buena manera. Pero recién estamos naciendo. La profesionalización de la carrera de gestores se está dando y nos muestra cierto futuro esperanzador.
Pero, veamos, en esta década hubo recitales donde la gente no participaba porque había una investigación mínima, sino un grupo de amigos convocaba a otros que son amigos de sus amigos. Las contra cumbres poéticas también tienen su argolla. Estos recitales, en su mayoría, solo tenían como asistentes a otros poetas o aspirantes a poetas. Igual las famosas antologías poéticas. Hay quienes abusaron honestamente del término “antología”. Como decía Borges, es el tiempo el único que puede realizar antologías. Ni qué decir de las antologías financiadas por los propios autores. Todo esto no es más que cualquier otro negocio.
La gente del 2000 creció con la tradición de un 90 indescifrable, de un 80 somero y de un 70 respetable. De un 60 lleno de vacas sagradas y de un 50 de semidioses poéticos. Entonces, esta generación respetó tanto a las demás que olvidó el respeto a sí mismo. Las décadas anteriores al 2000 tienen poetas totalmente respetables y que hemos leído con mucha pasión.
¿Pero la esencia del arte no sería ser trasgresor, parricida e innovador? ¿Qué diferencia a ésta generación con la del 90, del 80? ¿Las nuevas tecnologías? ¿Bajó precio del papel para imprimir libros? ¿El internet? Solo eso. El querido Vallejo decía que la poesía nueva no se da por palabras o formas nuevas, sino por sensibilidades nuevas. Vemos una ausencia de formas colectivas; sin embargo, existen muchas propuestas individuales de autores, autores editores y de editores, que han explorado en formatos frescos para llevar la poesía. Pero al ser intentos individuales y aislados perdieron fuerza. Perdieron representatividad. De acá a unos 30 años, vamos a rescatar autores con libros ciertamente originales. Pues como decía Sartre, los genios tienen como característica la falta de reconocimiento de su generación, pues el arte y la vanguardia van siempre de la mano. A la mierda las antologías.
Pues claro, en nuestra generación, nadie quiere quedar mal con nadie, así que en las antologías vemos poetas que solo se conocen entre sí y que siempre están juntos en libros, recitales y demás actividades. Aunque hacer una antología ya es un inicio para quedar mal con muchos. Pero también, a la mierda. La fauna y flora de la literatura no es tan grande.
Hace muchos años leí el libro “Fondo de Fuego” del poeta Ricardo Faya. Un estudio y muestra poética de la generación del 70. Libro más que recomendable. Esperamos que los participantes de esta generación nos puedan dejar un testimonio más allá de su producción. Para conocer qué pasó en esta década. Antes que nosotros nos olvidemos de nosotros mismos.
jueves, 14 de octubre de 2010
¿Por qué los más guapos del barrio no son poetas?
Texto de Julio Barco
Tecleen en google el nombre de su poeta favorito. Ya, para evitar el monopolio, usen el Mozilla FireFox. Crucen los dedos, esperen, por favor… recuerden que el speddy que de seguro robas al vecino, también tiene sus percances. Sobre todo si alguien usa youtube en otra máquina.
El resultado no será necesariamente un papichulo, ni siquiera un riquirricón, ni mucho menos el más bonito chocherita.
Si escribieron, por ejemplo, Enrique Verástegui, lo más probable es que aparezca, agárrense, un afro de tela anacrónica y tronada mirada.
La belleza, dicen los filósofos baratos (esos tórtolos que se queman las pestañas a punta de Cohelo), está en quien la mire. Pero mi tía Maruja, que lee apenas el horóscopo en el Trome, no titubeará al preguntar: ¿Y quién es ese, es el negro Mama?
Lo que no sospecha la viejita es que la poesía suda, orina, tiene sucias las axilas y hongos en el pie. ¿Por qué los más guapos no son poetas? Porque la poesía, aunque suene trillado, tiene una sonrisa, bíceps y coquitos, internos.
Porque si materializamos la fuerza del mejor Pimentel, con el punche metafísico e intelectualoide de Borges, y los garbanzos a la norteña de Jáuregui (Que, ojo, también es poeta), sumados a los tres tristes toletes y el menudo perejil de Ortiz (que, aunque no es poeta escribe de putamadre), el zombi -amén de los milagros y la mala costumbre- será un cuerazo. La poesía sale, aunque le quemen el pico, de las entrañas: puras menudencias de tripas corazón e hígado frito (sancochado también), pero no del espejo, del rostro perfecto, del cuerpo atlético.
Menos mal. Por suerte.
Aunque, seamos francos, el único Marlon Brandon de la fauna poética es, nada menos que el viejo indecente: Charles Bukowski. Con la elegancia de sus forúnculos reventados (macerados), el cuerpazo digno de un documental de la Nacional Geografic y ojos tristes de ebrio consumado, ese patrón que solía rascarse los sobacos con regocijo, se lleva el premio mayor.
La belleza, recalco, es relativa. O sea, propio de cada cultura.
Aquí les dejo un breve, subjetivo y prescindible recuento. (Más mío que tuyo y también viceversa):
Eielson (guapo); Gonzalo Roce (Bello); Juan Ramírez Ruiz (simpático); Maria Emila Cornejo (En la edición de Flora Tristán, sexy, sexy y sexy); Oquendo de Amat (regulon); Rafael Robles (guapo), Carlos I. Tolentino (guapo, según sus fans)…
martes, 3 de agosto de 2010
¿Por qué promuevo la ciencia ficción en el Perú?
Nunca me he puesto a pensar en ello seriamente. Creo que para mí es algo natural, como leer o escribir. ¿Por qué promover precisamente la ciencia ficción en nuestro magullado país? ¿Por qué no promover otros géneros como el policial o el terror que en nuestra sociedad podrían tener una mayor aceptación? Bueno, de algún modo difundo también estos dos géneros en mi revista Argonautas de fantasía, misterio y ciencia ficción, editada en papel. Pero volviendo a la pregunta esencial, podría dar “la gran respuesta” y librarme de infinitas reflexiones: porque si yo no lo hago, quién lo va a hacer.
Este palabreo no es justo pues así como yo, existen varios peruanos que son constantes e importantes difusores del género fantástico y la C-F en nuestro país: Daniel Salvo, administrador del blog Ciencia Ficción Perú; Víctor Pretell, director de la revista virtual Velero 25, que junto a la gente de Coyllur, viene editando desde 2003; José Güich Rodríguez, conocido escritor de ficciones fantásticas y especulativas; Elton Honores, notable estudioso de estos géneros tan deliciosos, entre otras respetadas personalidades. De modo que no soy el único y podría responder a la pregunta básica de esta manera: promuevo la ciencia ficción en el Perú porque no estoy solo en esta encomiable labor, porque me encanta leer ciencia ficción, y aunque he repasado todos los demás géneros literarios una y otra vez siempre retorno a la C-F. Porque la ciencia ficción es un género hermoso, inteligente, lleno de habilidad e imaginación.
La C-F ha sido el género del siglo 20, no lo olvidemos. Promuevo la ciencia ficción en el Perú porque me gusta escribir ciencia ficción, me siento cómodo haciéndolo, feliz, puedo extrapolar las ideas más alucinantes y desarrollarlas con gracia e, incluso, consigo entretener al lector. Es un género que exige una preparación científica previa, claro, pero el escritor debe chambear, ¿o no? Solo así se consigue un producto de calidad, en un país donde prima la cantidad.
Promuevo la ciencia ficción porque es emocionante, interesante y está en todas partes: en el cine, en los comics, en las canciones, en los videojuegos, en la realidad que vivimos día a día, somos parte de los cuentos que se narraban antaño, y entramos a formar parte de un nuevo mundo donde la tecnología alcanzará metas insospechadas, de las cuales, espero, formemos parte los seres humanos. Porque la ciencia ficción es un género inagotable, ¿acaso un día podremos establecer contacto con un alien, visitar otros planetas, caer dentro de un agujero negro, descubrir de que está hecha la materia oscura, el alma, la esencia de Dios?
Promuevo la C-F porque puedo tratar los problemas más antiquísimos a modo de cuento de hadas, porque puedo criticar las ideologías, los gobiernos, a los seres humanos, sin caer en el facilismo de la mera exposición, sino en la complejidad de la obra de arte simbólica y a la vez, contundente. Porque confío en el futuro y a la vez desconfío del porvenir, porque siempre he tenido en mente que la ciencia hace al hombre y la fe, a la raza humana. Porque mi vida está ligada a la C-F, porque yo soy ciencia ficción, soy increíble, improbable, porque vivo pensando en lo que vendrá dentro de cinco minutos, porque mientras más escribamos y más leamos C-F, tendremos una mínima oportunidad de no sumirnos en la ignorancia y el olvido. Esa es la razón, queridos amigos, por la cual promuevo la ciencia ficción en el Perú.
viernes, 23 de julio de 2010
¿Jesucristo es un X-Men tipo Halle Berry?
Decimos ángel porque fue el que visitó a la judía María. Dicen que fue Dios, pero debe ser una leyenda, un mito para tapar la oscura realidad luminosa. Dios como concepto y como ser resulta ser solo un derivado gaseoso de las conjeturas e intenciones de los profetas y fosforecidos, baste decir que hasta su nombre fue prohibido en el sintagma judío para ocultar una conspiración más extraterrenal, si no: ¿por qué Jehová requería de sacrificios y ofrendas sexuales? ¿No era él quien lanzaba rayos mortíferos contra sus propios sacerdotes o los electrocutaba porque tocaban su arca? Una amenaza como Jehová tenía que ser conjurado por un superhéroe.
Solo un X-Men es capaz de generar odio, visceral, inconsciente, uno de aquellos sentimientos engarzados como el par trenzado del ADN al temor. Jesús lo generó en Herodes, en los viejos sabios del templo, en los tiradores de piedras, en los fariseos, menos en Satanás que no era hipócrita y lo quería mucho. Bueno, hasta hoy tienen sus diferencias, pero son patas.
Igual que los X-Men, sufrió el rechazo de la gente que tenía que proteger, eso demuestra que nunca estaremos preparados para el cambio. ¿Los cambios siempre tienden a venir temprano? Si Martin Luther King y Malcom X hubieran volado, también hubieran sido unos excelentes X-Men.
Seres atormentados, su propósito de perfeccionar la especie humana es un proyecto todavía inmaduro para sus propios hermanos, los seres humanos entenderán que los tiranizan, que los engañan, que quieren convertirlos en apóstatas de su fe. Mientras más amor pongan en su tarea, más temor y odio recibirán. Jesús al igual que los X-Men, mueren para proteger al mundo y, como no puede ser de otro modo, es resucitado para verse vencedor hasta del mismo infierno.
La fenomenología es el aspecto que más deslumbra a las personas; la gente se maravilla de los poderes, de la fuerza, el control que ejerce su defensor, esto hace que muchas veces no se repare en la fuerza del mensaje sino en la capacidad de, por ejemplo, caminar sobre el agua, convertir el agua en vino, multiplicar peces. Como Tormenta, quien en la película es interpretada por Halle Berry, Jesús tiene un control sobre el clima, detiene una tempestad en curso, calma las aguas, provoca un terremoto, levanta los vientos.
Jesús no es pues telépata como Xavier ni teleportador como Nightcrawler, tampoco dispara rayos como ciclope, ni dobla el fierro como Magneto. En cambio al igual que la mutante africana, puede elevarse sobre el aire y controlar el ambiente. No hay registros de ataques de supervillanos por esa época, por lo que no podemos certificar que Jesús no pudiera atacar con tormentas eléctricas o despedir relámpagos por las manos, pero sí podía regenerar organismos enfermos como en el caso del hombre ciego, aunque podría darse el caso que el pobre hombre solo necesitara un poco de agua limpia para ver bien. El caso de Lázaro es muy aparte, podemos apostar que Lázaro no estaba muerto o al menos Jesús pudo haber recibido ayuda de algún poderoso aliado para recuperar a su amigo para los vivos.
Aunque Stan Lee lo haya ocultado, Jesús es un X-Men, no sabemos si fue el primero en la historia de la humanidad, pero al menos sabemos que era más o menos del tipo que Halle Berry interpretó en las películas. Su misión no ha acabado todavía, pronto vendrán más, nacerá una humanidad más profunda, menos egoísta, donde podremos volar todos y claro, convertir el agua en vino para crear una tormenta. (Por Arturo Mustango)
lunes, 22 de febrero de 2010
Extractos para dominar a Pizarnik... o el silencio
Alejandra Pizarnik, la primera poeta de la cual me enamoré. Así como un niño se enamora de su maestra. Así también como el adolescente se enamora de una mujer que nunca tocará su puerta.
Me identifiqué con Alejandra. No sólo por su poesía, sino por toda esa fuerte personalidad disociada. Su timidez, arrancamientos de cólera, todo ello agrupado y reflejado en los lienzos de su poesía.
Nació en 1936, su ensimismado comportamiento, alguno que otro complejo por el acné, su paso por diversos oficios y profesiones como el de periodista, filósofa y pintora, crearon en ella una fuente inagotable de “inspiración” (Entiéndase este término como las ideas unidas al constante trabajo). Desde joven intentó suicidarse reiteradas veces, pero falló. Tal vez porque los barbitúricos y anfetaminas ya estaban acostumbrados a ella, o su cuerpo era renuente a ella como ella lo era con todo el mundo.
Alejandra fue influida por Kafka, Breton, Joyce, Artaud y además por portas latinoamericanos como Octavio Paz, del que fue muy amiga. Su trascendencia en la poseía va más allá de la influencia de poemas feministas o poesía de género como llaman algunos. Sus poemas no eran machos o hembras porque el arte es asexuado, tal vez hermafrodita.
Libros como “Árbol de Diana”, “El infierno musical” o “Extracción de la piedra de la locura”, son los que más destacan en de la poesía dentro de esta parte del mundo que muchos llaman desarrollado. Alejandra, alquimista de la palabra, renegó de su primer frankenstein: “La tierra más ajena”, pero se repuso a medida que aprendía que los poemas publicados ya no eran de ella y que por lo tanto dejarían de atormentarla.
Los poemas que alumbraba Alejandra eran retazos de ella misma que servía en una gran mesa surreal a donde todos y nadie estaba invitado. Cualquiera de sus libros pueden ser leídos en el más breve tiempo, como muchos libros de otros autores, pero los libros de Alejandra se convierten en profundas espirales o toman forma del símbolo infinito a donde siempre, cuando menos lo pensamos ya estamos leyendo por enésima vez el mismo poema y hallando un nuevo significado según el estado de ánimo que nos invade.
La mujer que escribía para no estar sola; para quitarse el peso de las palabras calladas que soportaba en sus hombros, para acallar a las voces que la perseguían (“Y yo sola con mis voces, y tú tanto estás del otro lado que te confundo conmigo”). Escribía para no morirse en ese mismo instante. Lo hacía tal vez para no hacerle daño a los demás, para sentarse a ver cómo un barco se iba mientras la llevaba.
Falleció, o se dejó fallecer a los 36 años, en uno de esos días que descansaba del sanatorio para encerrarse en su departamento. Tal vez los medicamentos que ingirió esa noche desconocían de su organismo, o tal vez aquel día alguien le había alcanzado un seconal sódico especial para el alma. Si alguien sabe algo al respecto, era 25 de setiembre de 1972. (Texto de F.R.)
Fragmentos para dominar al silencio
I
Las fuerzas del lenguaje son las damas solitarias, desoladas, que cantan a través de mi voz que escucho a lo lejos. Y lejos, en la negra arena, yace una niña densa de música ancestral. ¿Dónde la verdadera muerte? He querido iluminarme a la luz de mi falta de luz. Los ramos se mueren en la memoria. La yacente anida en mí con su máscara de loba. La que no pudo más e imploró llamas y ardimos.
II
Cuando a la casa del lenguaje se le vuela el tejado y las palabras no guarecen, yo hablo.
Las damas de rojo se extraviaron dentro de sus máscaras aunque regresarán para sollozar entre flores.
No es muda la muerte. Escucho el canto de los enlutados sellas las hendiduras del silencio. Escucho tu dulcísimo llanto florecer mi silencio gris.
III
La muerte ha restituido al silencio su prestigio hechizante. Y yo no diré mi poema y yo he de decirlo. Aun si el poema (aquí, ahora) no tiene sentido, no tiene destino.